LECCIONES DE LA GRAN DEPRESIÓN



Teresa Carreón

Desde hace algunos años, los mexicanos empezamos a sentir la reciedumbre de la situación económica en nuestros bolsillos: dejamos de adquirir algunos artículos e iniciamos el espinoso camino hacia la reducción de los gastos. Pero desde septiembre del año pasado no se escuchan más que noticias que llegan como aves de mal agüero, anunciando cierres de empresas, paquetes de ayuda a los empresarios, caídas de la bolsa de valores, etcétera.

El primer miércoles del nuevo 2009, Felipe Calderón anunció 25 acciones que tienen la finalidad de ayudar a la economía de los mexicanos, para que el impacto de la crisis mundial no llegue con la repercusión brutal que ya tiene. Aunque son algunas medidas positivas, esas acciones se quedarán cortas porque no resuelven el problema estructural del empleo en México. Al presidente del empleo y a su escuálido gabinete les convendría voltear los ojos al pasado, para decidir mejor.

José Ramón Díez Espinosa, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Valladolid, describe en su libro “El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos”, la crisis en los años treinta del siglo pasado y sus consecuencias sociales. El libro inicia con la siguiente cita: “Se ven grupos de gente con vestidos descoloridos y caras lívidas; son los sin trabajo, que esperan algo sin saber qué, pues, ¿quién espera hoy día encontrar trabajo? Pasean sin plan, sin objeto, ya que no pueden soportar la casa donde también todo es malo, todo es miseria, ¿por qué no pasearse entonces? ¿A qué volver a casa, si automáticamente se llega a ella, sin quererlo y siempre demasiado pronto?”

Mediante un vasto trabajo de recopilación de numerosas narraciones, películas, canciones, fotografías, crónicas, Díez Espinosa realiza un recorrido por el convulso mundo del desempleado en los tiempos en los que serlo, llegó a resultar casi habitual.



Valiéndose de algunos personajes para fabricar una novela en la que el autor mezcla varias vidas ficticias -basadas en circunstancias reales-, describe la realidad del desempleo en ámbitos como Europa, Gran Bretaña y los EE.UU., narra la situación laboral y económica de los personajes, su alimentación y su vivienda, los trastornos psicológicos y el ocio como refugio y las consecuencias políticas de este fenómeno. Realiza un recorrido que abarca prácticamente todos los ámbitos de la vida de los desempleados.

El futuro próximo del mundo de no cambiarse el rumbo económico, puede ser quiebras empresariales, zonas industriales deprimidas, seguros públicos de desempleo desbordados, familias destrozadas, desequilibrios físicos y psicológicos, suicidios, tal y como son relatados con fragmentos –estupendamente escogidos- de obras literarias, películas y datos oficiales. La obra de Díez Espinosa incluye también imágenes y sonidos: se ilustra con fotografías de Walter Ballhause y Dorothea Lange. Con ellas, se logra percibir la dureza de esos años en toda su complejidad. En la música se transcriben en español canciones clásicas de ese momento: “La canción del desempleo” de H. Eisler y D. Weber, “Sombrío domingo” de R. Seress y L. Jávor, “¿Hermano, puedes darme diez centavos?” de E. Y. Harburg y J. Gorney o “Lamento de Detroit” de V. Spivey.

En el libro aparecen diversas imágenes de la fotógrafa neoyorquina Dorothea Lange, pero su foto del ‘crack’ del 29, es el retrato que ha permitido comprender mejor la crisis de ese sombrío año. Se dice que Lange, trabajaba junto a su esposo, Paul Schuster Taylor en 1936, en un documental sobre la pobreza rural y la explotación de los cultivadores y trabajadores inmigrantes en California. Taylor hacía las entrevistas y recogía la información económica y Lange tomaba las fotos de familias emigrantes de procedencia tanto urbana como rural, que eran recolocadas en comunidades diseñadas ex profeso por el gobierno.

La fotografía convertida en un icono de la Gran Depresión, muestra el rostro de una madre inmigrante inundado por el desasosiego, flanqueada por sus hijas que esconden sus caras y con un bebé en su regazo. Katherine McIntosh de 77 años, es una de esas dos niñas quien entonces tenía cuatro años. En una entrevista que realizada por CNN, ha expresado lo que significó ese tiempo. “Si hay una lección que aprender, es que hay que ahorrar, nunca derrochar el dinero y vivir por encima de tus posibilidades. Mucha gente vive al día, incluso la gente que gana mucho dinero. Por eso entre todos tenemos que hacer lo mejor posible las cosas para evitar que algo tan terrible como la Gran Depresión vuelva a repetirse. Una de esas cosas buenas que podemos hacer es elegir aquellas personas que creemos nos pueden hacer el bien”.



No cabe duda que las duras lecciones aprendidas por algunos ya se han olvidado…

Mejor yo me voy con la música a otra parte con una de las más famosas composiciones musicales sobre el desempleo de los años treinta de Harburg y Gorney, (1932), que años más tarde George Michael interpretara impecablemente, “Hermano, ¿puedes darme una moneda?” (Brother, Can you spare me a dime?) Solían decirme que estaba construyendo un sueño /Y así he seguido a la multitud /Cuando hubo tierra para arar o para llevar armas de fuego /Estaba siempre allí, justo en el trabajo /Solían decirme que estaba construyendo un sueño /Con la paz y la gloria por delante /¿Por qué debo estar de pie en línea /Esperando por el pan? /Una vez construí un ferrocarril, lo hice funcionar /Hizo carrera contra el tiempo /Una vez construí un ferrocarril, ahora se acabó /Hermano puedes darme una moneda? /Una vez construí una torre hacia el sol /Ladrillo y remache y cal /Una vez construí una torre, ahora se acabó /Hermano puedes darme una moneda? /Una vez en trajes color caqui, Dios, nos veíamos fenomenal /Lleno de que aires Yankee /Medio millón de botas a través del infierno /Y yo era el niño con un tambor /Dime, ¿No te acuerdas que me llamaban Al? /Era Al todo el tiempo /Dime, no te acuerdas, soy tu amigo /Amigo, puedes darme una moneda?

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