DE DIVERSIDAD


Teresa Carreón

El manto del olvido ya pasó por la memoria de una buena parte de la población que en el pasado cuando viajaba por el país, se enfrentaba a paisajes nuevos, comidas con sazones desconocidos, coloridos diferentes a los acostumbrados en su lugar de origen. Se viajaba para que la sorpresa con lo nuevo nos acometiera en cada lugar visitado. Entonces, el hallazgo eran la cochinita pibil de Yucatán, los rebozos de Santa María, el cabrito de Nuevo León, la cerámica de Tonalá, el pan de Chilapa, el mezcal de Oaxaca, la ola verde de Cuyutlán, etcétera, etcétera.

Resultaba divertido escuchar los anuncios de radio de los estados por donde se viajaba, ya que la publicidad dejaba entrever la manera como se percibían a sí mismos los pobladores. Si uno visitaba cualquier país del mundo ocurría lo mismo.

Sin embargo, las características que han hecho culturalmente diferentes a los estados y las naciones se empiezan a desdibujar; en la actualidad, impera el libre comercio, y la tiranía del cable y la publicidad chillona se han globalizado. Al viajar a cualquier lugar, se encuentran los mismos negocios de comida rápida, desbancando a la local.

Aparentemente el mundo se ha vuelto pequeño y sin embargo, la esperanza de acercamiento que ayude al conocimiento y reconocimiento mutuo, ha quedado muy lejos. Esta semana las noticias presentadas por la televisión “informaron” del accidente provocado por un automovilista ebrio que en su loca carrera mató a un grupo de personas que esperaba por su transporte colectivo en ¡Guayaquil! Primera vez en la vida que escucho una noticia de una de las ciudades más pobladas de Ecuador. Al buscar en mi memoria en qué otra oportunidad los noticiarios –sobre todo los televisivos- han presentado alguna información relevante no nada más de ese país, sino de toda Latinoamérica, descubro que son muy pocas y desafortunadamente, irrelevantes.

Otra muestra se observa en la cartelera cinematográfica. El menú siempre es el mismo: películas de acción y de vampiros (tema agotado desde hace mucho), todas son de producción hollywoodense y mantienen su proyección por semanas en la mayoría de las salas, mientras, las películas de producción nacional y de otras latitudes, aparecen escasamente en una o dos salas, por un tiempo mínimo. Ese cine no se publicita, no se distribuye, no se estrena, no se exhibe y, tratándose de alguna obra latinoamericana, mucho menos.

Imaginar lo diverso y diferente que es la gente de todo el mundo, pensar en sus historias y el talento particular que tienen para contarlas, molesta cada vez que se revisa la cartelera cinematográfica, se mira las noticias, en suma, se enfrenta uno a los diferentes medios de información.

Mejor me voy con la música a otra parte con la canción “Disneylandia” del uruguayo Jorge Drexler: Hijo de inmigrantes rusos casado en Argentina con una pintora judía, se casa por segunda vez con una princesa africana en México. /Música hindú contrabandeada por gitanos polacos se vuelve un éxito en el interior de Bolivia. /Cebras africanas y canguros australianos en el zoológico de Londres. /Momias egipcias y artefactos incas en el Museo de Nueva York. /Linternas japonesas y chicles americanos en los bazares coreanos de San Pablo. /Imágenes de un volcán en Filipinas salen en la red de televisión de Mozambique /Niños iraquíes huídos de la guerra no obtienen visa en el consulado americano de Egipto para entrar en Disneylandia…

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