SANDRO Y EL PETRÓLEO

Teresa Carreón

La economía mundial seguirá siendo fuertemente dependiente de lo que ocurra con el mercado del petróleo, y por ello, asistiremos a una creciente exacerbación de los conflictos por controlar el recurso. Ello ocurrirá precisamente porque el petróleo es la fuente de energía primaria más importante.

Esta importancia estratégica del petróleo ha significado que la magnitud de los intereses en juego se expresen bajo todas las formas, desde la diplomacia hasta la guerra. ¿Quién puede negar que la falsa acusación de Bush y de Blair sobre la existencia de armas de destrucción masiva de Irak no tenía olor a petróleo? ¿O que el Gobierno de los Estados Unidos no tendría la preocupación que tiene por Chávez, si Venezuela no tuviera los inmensos recursos petroleros que posee?

La inestabilidad de Medio Oriente tiene que ver con los recursos de hidrocarburos es también una cuestión indiscutible. Más allá de las cuestiones religiosas, raciales, políticas o de cualquier otra índole, lo que se dibuja detrás del desolador escenario de conflictos, guerras y muerte es una lucha cruel y despiadada por el control del recurso petrolero.

Es casi una obviedad decir que la preocupación por disponer de recursos energéticos forma parte de la agenda indispensable de cualquier gobierno medianamente racional. En particular desde la crisis del petróleo de los años setenta del siglo pasado, quedó claro que no se puede pensar siquiera en el crecimiento económico sostenido de ningún país, si no se tiene una clara estrategia en materia de recursos energéticos.

Alfredo Félix Blanco escribió "Argentina, Petróleo y Energía - Consideraciones sobre una crisis que viene" (en Observatorio de la Economía Latinoamericana Nº 43, mayo 2005). Donde afirma que Argentina es un claro ejemplo de un país naturalmente rico que hoy se encuentra empobrecido gracias a las condiciones impuestas por el sistema dominante.

Durante muchos años la fuerte presencia estatal en materia de hidrocarburos y de energía fue el rasgo distintivo de la política de esa nación. Decisiones equivocadas, y a veces deliberadamente equivocadas, mostraban una creciente incapacidad de potenciar y hacer eficiente al sector. Esa realidad de empresas públicas sobredimensionadas en personal, con bajo nivel de inversiones e incorrecta asignación de sus recursos y la crisis de las finanzas del Estado y de la economía en general, sumadas a un marco ideológico alentado internacionalmente (el denominado Consenso de Washington), crearon el ambiente propicio para la experiencia de privatizaciones y desregulaciones de la década del noventa.

Con el visto bueno, y a veces, la presión de organismos internacionales y con el apoyo de la mayoría de la sociedad argentina que en materia de empresas públicas no hacía diferencias cuando demandaba “que las regalen para que no sigamos perdiendo”, Argentina otorgó a empresas privadas la "concesión temporal de explotación" por 25 años de los yacimientos de hidrocarburos con todas las reservas comprobadas. En ese periodo también privatizó y desreguló fuertemente todo el sector de energía eléctrica.

En un mundo en que las disputas por las fuentes de energía explican muchos de los conflictos bélicos, donde los países consideran a la energía un factor esencial que propicia su desarrollo, el error principal del Argentina no fue sólo privatizar de una forma escandalosa donde las sospechas de ilícitos son la nota destacada, sino que lo hizo apartando al Estado de sus responsabilidades más elementales.

El Estado argentino de los noventa abandonó sus apremiantes obligaciones de control al sector privado, desmanteló las estructuras jurídicas y de recursos humanos para el ejercicio de sus facultades y se negó a asumir el rol de planificador de una política energética.

El 16 de Febrero de 1999 cuando un apagón dejó sin energía inicialmente a mas de doscientos mil servicios (casi ochocientos mil personas) y colapsó el sistema eléctrico de Buenos Aires, se tomó conciencia que la restricción energética era una realidad y que las estrategias de los noventa de privatizar todo sin control parecían no garantizar los resultados de eficiencia prometidos.

Argentina ya no tiene crédito externo y sólo puede obtener recursos de los bolsillos de la propia población, por ello los recortes salariales a los trabajadores estatales y a las jubilaciones y por ello también el temor de los ahorradores a que el gobierno eche mano de sus depósitos.

En su estrecha política económica, el gobierno argentino en ningún momento pensó en obtener fondos a través de mayores impuestos a las grandes empresas que se beneficiaron con las privatizaciones de los servicios públicos en la década del 90 o a los capitales financieros. Ni siquiera es capaz de lograr que paguen sus abultadas deudas los empresarios argentinos que se hicieron cargo del servicio del correo postal y de los 33 aeropuertos de todo el país. Entre ambos, le deben al Estado alrededor de 300 millones de dólares en pago por el impuesto que les corresponde. Pero ambos alegan que las grandes inversiones que realizaron les impiden cumplir con este compromiso.

Como siempre, los empresarios no arriesgan sus capitales sino que invierten lo que obtienen de los usuarios y se valen del Estado, al cual siempre critican, para continuar engrosando sus fortunas.

En nuestro país, esta semana, se publicó una nota acerca de una mujer gaucha que está dispuesta a vender su pulmón a Sandro, el famoso intérprete argentino de 62 años de edad, quien se debate entre la vida y la muerte en espera de un transplante cardiopulmonar.

Blanca Jiménez justificó su idea argumentando que "pedí ayuda a las autoridades porque estamos por quedar en la calle y nadie nos quiso dar solución; así que decidí donar un órgano, no me queda otra posibilidad.” Por ello, publicó en un periódico de la provincia de Tucumán, Argentina “Vendo un riñón o un pulmón para comprarme una vivienda”.

Al vender el pulmón que el intérprete necesita, evitaría perder su casa, ante el riesgo inminente de ser desalojada de su casa con sus cinco hijos. Además, explicó que el sueldo de su esposo no cubre el presupuesto familiar ni el alquiler de una vivienda. Ante este tipo de datos, sólo queda tomar una decisión firme frente al asunto de los energéticos.

El debate sobre la reforma energética ya inició y aunque los legisladores no se han puesto de acuerdo aún sobre la agenda, la ciudadanía ya ha empezado a emitir su opinión. Por eso, aquí les dejo la canción de Sandro, “Mi amigo el Puma”, porque yo, me voy con la música a otra parte: Tiene el cabello negro/ Y ojos color marrón/ Mira siempre de frente/ Con mucha decisión/ Y frente a las mujeres/ Pierde su timidez/ Sonríe dulcemente/ Pero con altivez/ Ese es mi amigo el puma/ Dueño del corazón/De todas las mujeres/ Que sueñan con su amor/ Cuando quiere una chica/ Él sabe conseguir/ Todo lo que pretende/ Con sólo sonreír.

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