EL TRABAJO EN EL NEOLIBERALISMO

Teresa Carreón

Los incentivos que antes nos impulsaban a la búsqueda de un trabajo, sueldo decente, seguridad en el trabajo, derechos sindicales, les han vuelto la espalda a las jóvenes nuevas generaciones, que acceden al mercado de laboral sin esos alicientes, y además, se ven conminados a afrontar su situación de manera individual: sólo su esfuerzo y preparación podrán tener beneficios en un mundo competitivo.

Antes del siglo XVIII, el trabajo era una variedad de actividades con nombres diversos. Esas actividades estaban destinadas en su mayor parte a satisfacer las necesidades. El trabajo, por lo demás, bajo la concepción cristiana, era algo penoso, vinculado al pecado original. En los siglos XVII y XVIII se opera una transformación de la idea del trabajo: ya no es sólo un deber que responde a exigencias religiosas, morales o incluso económicas. En poco tiempo, el trabajo irrumpe como una potencia llena de valor. Para Locke es la fuente de la propiedad. Es Rousseau quien vincula el derecho a la propiedad de la tierra. Adam Smith lo considera como el factor principal de la riqueza. El trabajo, entendido como factor de riqueza, invade el pensamiento económico del siglo XVIII y llega a ser uno de los fundamentos principales de la sociedad.

El cambio en el concepto del trabajo se produjo en paralelo a una modificación del concepto del tiempo. El trabajo equivale a tiempo, luego el tiempo es oro. El patrón dispone del tiempo de la mano de obra del trabajador y debe evitar que se malgaste. No es el quehacer el que domina sino el valor del tiempo al ser reducido a dinero. El tiempo se convirtió así en moneda: no pasaba sino que se gastaba.

El trabajo se concibe como una mercancía más, que está sujeta a las oscilaciones de la oferta y de la demanda y cuyo equilibrio determina el salario justo y evita el desempleo.

Tras veinte años de políticas neoliberales, se ha producido un aumento de las desigualdades en el conjunto del planeta, con su correlato de crecimiento de la pobreza, de la exclusión y de la dualización de la sociedad, para constatarlo, basta remitirse a los informes anuales sobre desarrollo humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, o a los estudios de la misma Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Por otra parte, el desempleo en el mundo ha alcanzado en la actualidad su nivel más elevado desde la gran depresión de los años 30. Más de 800 millones de seres humanos están en la actualidad desempleados o subempleados. Estamos asistiendo a una mutación social y psicológica de gran envergadura, al paso de un mundo seguro a un mundo incierto. Al cambio de la “seguridad” por el “miedo a ser despedido” en una economía con un gran número de desempleados y con una caída real de los salarios.

En nuestro país, con tan sólo 12 minutos de trabajo de un obrero se paga su salario mínimo; el resto de horas laboradas es la ganancia de las empresas, industrias y del gobierno-patrón. El dato es resultado de una exhaustiva investigación del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM), de la Facultad de Economía de la UNAM, titulada “Estragos del neoliberalismo en México 2008”, la cual concluye que en este país la polarización económica se agrava día con día.
Asistimos a un fraccionamiento y diferenciación de las condiciones laborales. Los empleos irregulares crecen y conllevan salarios bajos, pocas prestaciones, malas condiciones de trabajo y formación, pocas oportunidades de ascenso; lo que implica un aumento del número de trabajadores empobrecidos; es decir, personas con trabajo cuyos ingresos están por debajo del nivel de la pobreza.

Los académicos de la UNAM demuestran en su estudio que la respuesta al desempleo y la informalidad laboral han sido la migración y la subcontratación. Plantean que, a mayo de 2008, la mayor parte de la población ocupada no tiene prestaciones; que ahora, muchas familias se ven en la necesidad de que varios de sus miembros tengan que trabajar para completar el gasto, o bien tienen varios empleos, mientras la autoridad laboral no ha impedido el hecho de que haya una masiva violación a los contratos colectivos.

La mayoría de los indicadores económicos y sociales, tales como tasas de crecimiento económico, tasas de desempleo, tasas de inversión y productividad, crecimiento de las desigualdades sociales y nivel de pobreza, han sido negativos. Sin embargo, los grupos sociales que sí se han beneficiado, son los sectores más pudientes y las clases empresariales que han visto su estándar de vida y niveles de renta mejorados sustancialmente.

Podemos constatar que la actual economía global está generando desequilibrios sociales graves en el planeta. Esto genera una paradoja fundamental, pues al mismo tiempo que se acrecientan las separaciones sociales, se nulifica la capacidad, e incluso la voluntad, de los gobiernos para adoptar medidas de compensación o mejora.

China y Vietnam son ya el “gran ejemplo” en el mundo en cuanto a crecer a costa de la sobreutilización de la mano de obra. Lo más preocupante es que México forma parte de la lista de naciones que ofrecen como prerrogativa bajos salarios como atractivo para los empresarios, y es ya una de las naciones con mayor grado de explotación laboral, lo cual representa “un paraíso para las inversiones”.

La mundialización viene acompañada de una tendencia a reducir por doquier el papel del Estado, lo cual se pone de manifiesto en los recortes del gasto público, un menor apoyo político a las medidas redistributivas y una liberalización generalizada de los mercados, entre ellos el de trabajo. Estamos frente a un momento de desigualdades crecientes, y la necesidad cada vez mayor de compensar a quienes resultan perjudicados por la mundialización.

México está en los primeros lugares de la lista de naciones que pagan peores sueldos en América Latina. Así, el resultado de un año y cuatro meses de gestión del actual gobierno, los sindicatos y especialistas en temas laborales coinciden en que Felipe Calderón “sí es el presidente del empleo, pero del empleo precario y de los salarios miserables”.

Los Tigres del Norte tienen una canción que se denomina “Trabajo por mi cuenta”, y frente a este largo fin de semana, será la canción que me llevará con la música a otra parte: Yo no soy su mandadero/ para andar de arriba abajo/ al patrón voy a mandar/ por un tubo y no me rajo/ lo que si les aseguro/ voy a cambiar de trabajo/ Yo soy humano no soy un burro/ pa’ abusar de mi nobleza/ ya se acabaron los tiempos/ que agachaba la cabeza/ mientras unos trabajamos/ otros hacen las riquezas/ Trabajando por mi cuenta/ pa’ los frijolitos saco/ de perdida tengo el gusto/ de que a nadie le trabajo/ ya se acabaron los tiempos/ cuando andaba yo de gato/ Yo soy alérgico a los patrones/ por eso es que he renunciado/ las tortillas no me faltan/ no hay porque andar agüitado/ Dios aprieta mas no ahorca/ es un dicho comprobado/ No piensen que soy un flojonazo/ mantenido por la vieja/ si me ven gastando lana/ no se quiebren la cabeza/ puede que me ande moviendo/ en lo que la gente piensa.

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