EL PODER DEL NOMBRE


Teresa Carreón

¿Qué motiva a una persona a elegir determinado nombre de una gran lista de posibilidades? La psicología ha realizado diversos estudios que dan cuenta que el nombre propio revela elementos familiares, culturales y personales que van marcando al individuo a lo largo de la vida. El nombre que se nos asigna cuando nacemos y que nos va acompañando a lo largo de la vida, constituye un rótulo que queda plagado subjetivamente en la identidad personal que vamos construyendo desde edades tempranas.


Usualmente quien nomina, quiere transmitir algo con el nombre o los nombres, quizás una cualidad, un deseo, alguna expectativa. El nombre lleva en sí mismo toda una historia cargada de sentidos y significados, que de alguna manera serán decodificados e interiorizados por su portador.


El nombre puede ser decisivo en muchos campos de la vida. En política, el favor o el rechazo de los votantes pueden depender del empleo del apellido, nombre, seudónimo o iniciales que designan a un personaje público. Las denominaciones, a menudo ambiguas o sorprendentes de muchos productos también se eligen cuidadosamente para estimular las ventas y obligar al consumidor a descifrar su significado.


Para el licenciado Daniel Esquivel, especialista uruguayo en Psicología Política “un buen nombre es un gran activo a favor de una marca, tanto en el plano político como en el mundo empresarial. Aunque los políticos no eligen su nombre, pueden utilizarlo bien o mal, o seleccionar un aspecto del mismo. Para algunos lo adecuado será el apellido (Chávez, Lagos), para otros el nombre completo, en otro caso será un seudónimo (Lula), para algunos el nombre de pila (Fidel) y en otros casos un signo (ZP en lugar de Rodríguez Zapatero) o una letra (K en lugar de Kirchner)”, señala.

En México, el padrón electoral arrojó datos curiosos: hay al menos 2 mil 853 “Juan Hernández Hernández”, existen nombres como: Audeliano Superman, John Lenno, Exsuperancio, Einstein Galileo, Alain Einstein Hussein, Satanacio, Chaplin Tachiro. Esto habla de la pluralidad y de la imaginación de los mexicanos.


En Uruguay, el periodista Leonardo Haberkorn acopió en su libro "Nueve historias uruguayas” los curiosos nombres sobrellevados por sus paisanos: Invertido, Felino Valiente, Electrolite, Arador, Orina.

Sumados a los respectivos apellidos encontró: Vinobien Valdenegro, Preciosísima Del Campo, Gaucho Puntiador Techera, Pepa Colorada Casas, Selamira Godoy, Johnny Dolars Aguilera, Lazo de Amor Pintos, Ciérrense las Velaciones, Aguinaldo Dupetit, Esclavitud Sánchez, Gloria del Tránsito Ortiz, Areopajita Beltrán, D'Artagnan Carballo, Desdichado Cortés, Roy Rogers Pereira, Walt Disney De los Santos, Perfecto Gil, Illich Ulianov García.


Haberkorn escribió en la revista del diario Crítica que Hitler vive en Uruguay. “En esta República Oriental de Sudamérica viven Hitler Aguirre, Hitler Da Silva, Hitler Pereira y Hitler Edén Gayoso. Vive hasta un Hitler De los Santos. Los historiadores de Uruguay creen que no hay claves racionales para explicar “la abundancia de Hitlers en este país”.


Las opiniones de algunos de ellos son: “-Yo nací en 1934 y entonces mi madre ya había tenido once hijos. Se le habían acabado los nombres. No sabía cómo ponerme y justo leyó Hitler en el diario y le gustó ese nombre”, dijo Hitler Edén Gayoso. “Ella no conocía de política, vivía en la mitad del campo, ¿qué iba a saber quién era Hitler?”.

Hitler Aguirre, por ejemplo, nunca quiso cambiarse el nombre. Dice ser un hombre de izquierda, que incluso fue perseguido por sus ideas, pero al mismo tiempo insiste en que Hitler es un nombre como cualquier otro. Tan normal le parece que a su hijo primogénito también le puso Hitler.

“¿Quién era <<mejor>> – se preguntaban mi tío y mi padre–, Hitler o Mussolini? Los viejos brutos se ponían a discutir quién mataba a más gente, ¡qué barbaridad! Al final mi tío le puso Mussolini a su hijo y mi padre me puso Hitler a mí”, cuenta Hitler Aguirre.

Susana Costa, directora técnica del Registro de las Personas de la provincia de Buenos Aires explicó que el incremento de los nombres extraños se explica parcialmente por una flexibilización legal practicada en su país hace pocos años. Desde entonces, las situaciones insólitas frecuentan en los registros civiles. "Hace dos años un hombre quería ponerle a su hijo Maradona. Como nació mujer le puso Mara Dona. Lo tuvimos que aceptar. Yo personalmente, tuve un compañero de liceo que se llamaba Andywarhol (todo junto) Pires, parece que sus padres eran pintores y se sintieron influenciados por el artista neoyorkino".


El nombre más común en el mundo es Mohammed.


Un estudio en Estados Unidos descubrió que los niños con nombres impopulares o raros tienen mayor tendencia a cometer crímenes. Al parecer llamarse Ernest o Ivan, predispone a la criminalidad, mientras que nombres más comunes como Michael o David, no. Los autores dicen que si bien los nombres impopulares no son causa de criminalidad, “los adolescentes con nombres impopulares pueden ser propensos al crimen porque son tratados de forma diferente por sus pares, haciendo más difícil el formar relaciones”, dicen los autores.

A falta de otra explicación, no estaría de más que en las oficinas del Registro Civil de nuestro país se ofrezcan los servicios de psicólogos que en el futuro esos niños puedan necesitar.


En tanto, mejor me voy con la música a otra parte con la canción “Tu nombre me sabe a yerba” de Joan Manuel Serrat: Tu nombre me sabe a yerba / de la que nace en el valle / a golpes de sol y de agua. / Tu nombre me lleva atado /en un pliegue de tu talle / y en el bies de tu enagua.

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