METAMORFOSIS


Teresa Carreón

En los últimos 30 años, el mundo ha atestiguado un espectacular desarrollo de las fuerzas productivas de China, y más aún después de haber ingresado a la Organización Mundial de Comercio, en 2001. La sociedad del sol naciente, ha asimilado totalmente los fundamentos del modelo económico capitalista neoliberal, por lo que ha pasado del comunismo al consumismo más feroz y desenfrenado.

Amparado por el mayor crecimiento económico del mundo y un poder adquisitivo en permanente alza, el pueblo chino ha asumido como propio el "american dream" como meta para alcanzar la felicidad. Este nuevo "salto económico" de la sociedad china ha estado acompañado de la masiva y fervorosa aceptación, por parte de la casi totalidad de su población, de los patrones ideológicos neoliberales del consumismo y el derroche: la ideología del úselo y tírelo, pura y simple. Son mil trescientos millones de chinos consumiendo y derrochando como gringos.

La revolución cultural ha sido derrotada en la China de hoy, por la revolución del consumo. Lo que sucede en China es que la globalización –como en muchos otros lugares- ha llevado a la "yanquización", en el sentido de la generalización de una expectativa de la calidad de vida inspirada en la cultura y el estilo de vida estadounidense.

Por todo lo anterior, no debe extrañarnos que en el acto de inauguración de los Juegos Olímpicos, la niña china que actuaba al interpretar la "Oda a la Patria", haya sustituido a la verdadera dueña de la voz escuchada en esa ceremonia, gracias a ser delgada y poseedora de una mejor dentadura. El argumento de los funcionarios chinos al cambiar a la niña, fue que se estaba buscando la "imagen perfecta" de la ceremonia y que eso sería lo mejor para la nación. Ya lo dijo el mejor filósofo mexicano, Don Teofilito: "esas son chinaderas".

Actualmente, cuando uno piensa en China, se piensa en el país enormemente competitivo que fabrica todas las mercancías que distribuye Wall Mart y otras empresas comercializadoras de gran impacto global. Se sabe que incluso llegan a producir artesanías mexicanas, pero de plástico. Producen también cualquier cantidad de artefactos como los que se cuelgan en los arbolitos navideños, o se pegan en las puertas para celebrar el desabrido Halloween. Todo ello, independientemente de que ese país no centre sus creencias espirituales ni culturales en esas fiestas.

En el país del gran filósofo Confucio, se han introyectado ya los valores capitalistas y consumistas, y para muestra basta con ese acto de discriminación a una pequeña niña.

En los países que actualmente son potencias económicas, después de la Segunda Guerra Mundial se incrementó enormemente la producción industrial, fruto del avance tecnológico y de la mayor disponibilidad de mano de obra como consecuencia de la paz y del aumento demográfico. Esto conllevó inevitablemente a un incremento espectacular del consumo que beneficiaba tanto a los empresarios, como a amplios sectores de la población cuyo poder adquisitivo aumentaba a partir de la implantación del llamado Estado de Bienestar y que podían tener acceso a muchos productos hasta ese momento reservados a la clase privilegiada, como electrodomésticos y el automóvil.

La producción incesante china conduce ahora a la acumulación y está imponiendo la cultura de "la obsolescencia planificada" de los propios productos, la creación de nuevas mercancías y necesidades, con la consecuente reconversión de los hábitos de consumo, de las modas y los estilos de vida.

China asiste cotidianamente al espectáculo de la publicidad en los medios de comunicación de masas, en los que se presentan los estilos de vida y los modelos de consumo hegemónicos que todos sus habitantes pretenden alcanzar. La lógica del consumo en China es igual que en cualquier país impregnado por el capitalismo globalizador: las mercancías (necesarias y suntuosas) otorgan prestigio legitimando con ello, la desigualdad social, produciéndose así, una gran diferenciación y clasificación social en lugar de la equidad.

Con ello, la producción de mercancías (aquí y en China) ya no persigue el objetivo de satisfacer necesidades de los amplios sectores menos favorecidos de la estructura social, sino concebir mercancías cuya bondad permita distinguirse, marcar, exhibir socialmente a ciertos colectivos sociales.

El consumo se concibe ligado a la producción y manipulación de aspiraciones sociales, que genera diferencias por medio de las cuales, se desigualan los consumidores unos de otros asimilándose a alguno de los modelos propuestos, para en su lugar instaurar un contraste simulado, que responde a un código al cual hay que ajustarse para poder "ser único"; esta es la paradoja del consumo en las sociedades consumistas.

Así, el consumidor basa su identidad en los objetos que consume, con lo cual es imposible pensar en una relación con los objetos sana, donde sea posible la construcción de sí mismo por medio de la autogestión, de la propia decisión.

Lejos queda pues, la reivindicación de ser uno mismo, diferente; seguir el mandato del modelo impuesto -"la imagen perfecta"-, es la estrategia fundamental desde la que actúa la sociedad de consumo.

Mejor me voy con la música a otra parte con la canción "Metamorfosis" interpretada por Café Tacuba: Cuando la conocí/ era alguien sin igual/ nunca, no, nunca/ pareció irreal/ sin ninguna/ cara artificial, / Y fue simple y clara/ como el agua al brotar/ con su cabello/ siempre en forma natural, / nunca se interesó /por ningún comentario/ de la sociedad/ No preguntes por qué/ me encantó tanto su ser/ era la clase de mujer/que esperaba conocer/ no causó ningún problema/ por su sencillo proceder./ Pero cambió…/ Después encontré este ser/ con una plasta en su piel/ (preocupada por la moda/ y atrapada dentro de sí)./Cambió yendo a la disco/ sintiéndose snob/ criticando el momento,/ su intelecto cambió/ viendo a todos fuera y bajo/ de su círculo social/ cambió sintiéndose estrella/ del rock'n roll/ haciendo todo lo que un día criticó/ Y no lo pude resistir más.

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