VENTURA, AVENTURA Y DESVENTURA DE LAS ESCUELAS ACTIVAS
Una leyenda urbana que ha ido ganando peso entre los rincones del asfalto son las escuelas activas, sin embargo al preguntar las características de esas instituciones educativas son pocos los padres que sustentan su elección en valores como la libertad o el respeto a la personalidad del niño o de la niña.
Se cree que los egresados de esos planteles llegan a ser inadaptados sociales al no existir alguna institución de educación superior que se oriente con esa filosofía educativa, o bien que después de crecer en medio de un sistema de absoluta tolerancia, los jóvenes de esas escuelas no identificarán los límites correctos para circular en una sociedad cargada de ellos.
Por eso, de las leyendas urbanas la que tiene como su centro de atención a las escuelas activas, es una de las más significativas en la mente de los padres. Cuando hay que seleccionar una escuela particular para los hijos, se debe reunir una serie de informaciones que facilitarán la decisión: precio de las colegiaturas, cercanía con el domicilio de la familia (o del trabajo del padre o madre que tendrá que recoger a ese crío), alternativas extraeducativas (clases de natación, talleres, asesoría de tareas, escuela para padres, etc.), uso de uniformes, servicio de transporte.
Sin embargo, son pocos los padres que se cuestionan lo relacionado con el método educativo empleado en la enseñanza. Ó sea, casi nadie se pregunta: ¿cómo van a aprender mis hijos? Ello orienta la toma de decisión hacia la elección del método pedagógico que se empleará en el proceso de enseñanza que facilitará los aprendizajes, el papel que se le asignará tanto a quien estudia como a quien enseña; es decir, si el maestro habla, el alumno escucha, el maestro enseña, el alumno aprende, como fórmula matemática, que dará resultados siempre, independientemente de los intereses del niño, las condiciones de la escuela, la participación de los padres en esa educación y el papel que le asignen al entorno de la misma. El papel que jugarán la disciplina escolar y el castigo.
Frente a las escuelas activas se nos presenta la alternativa de alguna escuela tradicional, o sea, aquella en la que acatar las normas y reglas rígidas es la forma de aprendizaje a los valores, a la moral y al dominio de sí mismo, lo que le permite al estudiante “librarse de su espontaneidad y sus deseos”. Esos principios que rigen la escuela tradicional con el tiempo han desarrollado un sistema poco dinámico y nada propicio para la innovación, llevando inclusive a prácticas educativas no deseadas por los padres y mucho menos por los estudiantes, pero que para efectos de control han resultado ser inmejorables convirtiéndose entonces en la primera institución social del estado nacionalista que le concede a la escuela el valor insustituible de ser la responsable de la educación de todas las capas sociales.
Las escuelas activas, por su parte, se basan en el papel protagónico del estudiante en el currículo, es decir, en las intenciones de la enseñanza con relación a la libertad de decidir qué, cómo y con qué se va a aprender, así como la adecuada manera de evidenciar sus aprendizajes. Formar mejores estudiantes no es lo que más importa, sino que éstos encuentren mejores opciones para educarse y dejar atrás la concepción de las instituciones educativas como espacios de enseñanza, para transformarse en espacios de aprendizaje. De esa manera, la acción educativa institucional depende de los requerimientos y potencialidades del aprendiz.
Las llamadas escuelas activas tendrían que referirse entonces a un conjunto de corrientes pedagógicas, filosóficas, psicológicas, que surgen en la segunda mitad del siglo XIX y se mantienen hasta nuestros días. Uno de los resultados del movimiento de la escuela nueva (de esta forma se designa una orientación alternativa a la pedagogía que se encuentra bajo diferentes acepciones: pedagogías nuevas, educación progresiva, escuela moderna, todas ellas fundadas sobre métodos llamados "naturales" o "activos"), es el surgimiento de los grandes pedagogos como sus representantes: Pestalozzi, Cousinet, Claparède, Dewey, Decroly, Montessori y Freinet, quienes son los mejores exponentes de modelos, técnicas y métodos educativos concebidos para su realización. Estos autores y sus obras, son testimonio de la vigencia, actualidad y vigor del pensamiento pedagógico, y son expresiones de su autenticidad y no de su simulación. Como en toda aportación en la vida, en este rubro se corre el riesgo de que aparezcan las versiones pirata, tal como ha sucedido con algunas escuelas que se autodenominan activas.
La escuela activa se distingue de la tradicional por su carácter dinámico en donde la referencia a la actividad toma diversas formas. Acción y hacer, poner la atención en el origen de todo aprendizaje escolar aparece en oposición a la pedagogía antigua (aún vigente en la mayoría de las escuelas) que impone y supone la pasividad del alumno, también como una dirección para concebir la enseñanza de esos aprendizajes. Todos los métodos "activos" tienen en común provocar y utilizar el dinamismo del alumno como parte del proceso de su aprendizaje.
La escuela activa persigue en sus concepciones teóricas y proyecciones prácticas, garantizar una mayor participación con un grado más elevado de compromiso de cada ciudadano en el mejoramiento del sistema económico-social imperante, con base en la consideración, no del todo correcta, de que al satisfacer las aspiraciones del ser humano como individuo y como ser social, se contribuiría de manera sustancial a lograr cierto tipo de equilibrio en la sociedad, sobre todo de la suavización o eliminación de las contradicciones entre las clases sociales o dentro de una de ellas.
Aún constituyéndose la escuela activa como leyenda urbana, no ha escapado a la vorágine de las políticas del mercado mundial, hecho que ha traído como consecuencia que la tendencia de la matrícula decrezca. En México esta reducción en la matricula escolar no es privativa de las escuelas de este tipo. Según datos de la SEP, en el 2004 la matrícula en primarias tradicionales decreció en un 0.8 por ciento, abarcando sólo 14 millones 665 mil 900 alumnos, mientras que en el 2000 se atendió a 14 millones 792 mil 500 niños. También esa misma institución registra ese mismo comportamiento en la matrícula de las escuelas activas para este nivel, donde la cifra pasó de 99 mil ocho planteles en el ciclo 2000-2001 a 98 mil 575 en 2004, o sea, que tuvo una caída del 0.4 por ciento.
Como leyenda urbana que es la escuela activa, con todas sus venturas, aventuras y desventuras se puede reconocer en los pocos planteles que ofrecen de manera real los métodos educativos activos que pregonan y por los cuales los padres confían ahí a sus hijos; también en la creencia de que ahí se forman personas anormales, libertinas y contestatarias al sistema. Asimismo, cobra vital importancia la situación económica por la que pasen los padres, la cual determina el acceso a escuelas particulares de sus hijos.
Pero lo que realmente no considera esta leyenda urbana es que para que exista un buen estudiante no son determinantes los métodos, las instalaciones, las normas rígidas o flexibles, sino sólo las ganas y capacidades que el alumno tenga de aprender.
Por eso mejor nos vamos con la música a otra parte…
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