RECORDAR A MANDELA: EJERCICIO ÉTICO

Teresa Carreón

El mundo se sorprendió en 1990 cuando el gobierno blanco de Sudáfrica, anunció la inminente liberación de Nelson Mandela, Madiba para los suyos, por lo que el día de ayer se llevaron a cabo en Sudáfrica las celebraciones para conmemorar las casi tres décadas en prisión del gran luchador social.


Al salir de la cárcel, Mandela cautivó a todos sus contrincantes políticos con su carisma, honradez, inteligencia, respeto, generosidad y pragmatismo, durante los cuatro años de una compleja negociación política que daría fin al apartheid (término holandés que significa segregación). Un año después de llegar a la presidencia, Mandela unió al que había sido el país más dividido de la Tierra.

El periodista John Carlin del periódico español El País, afirma que “hoy, 20 años después de la liberación de Mandela, muchos se preguntan si todo aquello fue un espejismo. A cinco meses de celebrarse el evento más grande de la Tierra, el Mundial de Fútbol, en Suráfrica, existe la percepción de que Mandela sí estuvo a la altura, pero que el país no. El grado de decepción depende del grado de expectativas. Cualquiera que se imaginaba que la tensión racial desaparecería del todo en dos décadas, tras 350 años en los que la minoría blanca se había comportado con la mayoría negra como amos con sus esclavos, inevitablemente concluiría que todo ha sido un fracaso; aquellos que creían que rápidamente se secaría el océano de pobreza negra que rodeaba las islas de riqueza blanca, y que emergería una tierra verde de próspera igualdad, también.”


Al reflexionar en el pasado de esa nación y recordar cómo estaba cuando Mandela salió de la cárcel, la balanza se inclina más hacia una interpretación positiva de los hechos, ya que hubo quienes predijeron que bajo un gobierno negro, Sudáfrica se convertiría rápidamente en una tiranía caótica.


De ahí la importancia de recordar los hechos históricos que preservan la memoria y garantizan su transmisión, no mediante actos burocráticos banales, faltos de sentido, carentes de todo contenido y sin trascendencia socio-histórica, excesivamente caros y destinados exclusivamente a lavar las “buenas conciencias”.


La memoria es un acto de trascendencia ética. El olvido y la desinformación son enfermedades graves que padecen nuestras complejas sociedades, que han llevado a las personas a la negación de atroces acontecimientos del pasado, cuando han desaparecido las generaciones testigo o sobrevivientes. Al olvidar, aportamos terreno fértil sobre el cual trabajan los fundamentalistas, convirtiéndonos en sus cómplices silenciosos.


Mejor me voy con la música a otra parte repitiendo el coro que es el título de la canción y también el eslogan que llegó a ser mundialmente conocido a lo largo de los años ochenta: "Free Nelson Mandela" (Liberad a Nelson Mandela).




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