CUIDEMOS A LA MADRE TIERRA

Teresa Carreón Granados

Ahora que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal acordó prohibir que los establecimientos mercantiles regalen bolsas de plástico, con el fin de disminuir el uso de empaques que tardan en reintegrarse al ambiente desde 400 hasta mil años, muchos estamos pensando cómo reemplazarlas, además de cómo esto modificará nuestros hábitos cotidianos. Sin embargo, una acción aparentemente insignificante como la de eliminar el uso de las bolsas de plástico deberá suponer el desarrollo de nuevas capacidades organizativas, no sólo al interior de los hogares, sino también en las organizaciones de vecinos y los sistemas de recolección vigentes. Por ello, valdría la pena conocer algunas experiencias realizadas en otras latitudes del globo terráqueo, para ir manejando nuestra incertidumbre ecológica.
Los habitantes del barrio de “Hammarby Sjöstad” en Estocolmo, no sólo reciclan su basura y transforman parte en electricidad, también aprovechan sus aguas residuales para producir biogás para cocinar y reutilizan el agua de lluvia. Su lema es “Aquí no se desperdicia nada”. El barrio residencial “Hammarby Sjöstad” se ha convertido en todo un modelo de desarrollo urbano sostenible: lo que antes era una zona industrial-portuaria muy contaminada, hoy se ha transformado en una ciudad moderna con zonas verdes y edificios eficientes, que suministra ella misma la mayor parte de la energía que necesita.

Desde 1993, cuando comenzaron a levantar las primeras viviendas, se integró la variable sostenible en la elección de materiales, medios de transporte, tratamiento de agua y reciclaje de basuras. Erik Freudenthal del centro ambiental de “Hammarby” comenta "Hoy en día la basura ya no es basura, es un recurso que está siendo utilizado."
Los habitantes de este vecindario tiran sus basuras en un sistema de recolección subterráneo que da la posibilidad de separar los materiales reciclables de los restos orgánicos y de otro tipo de desperdicios. Los residuos que no pueden ser aprovechados se queman para generar electricidad. Los cerca de mil apartamentos —cuyo alquiler ronda al menos las 6, 600 coronas suecas ó 700 euros al mes— funcionan con cocinas de biogás extraído de las propias aguas residuales de la comunidad, al igual que el combustible que mueve los autobuses que prestan sus servicios en el barrio.

Tampoco se desaprovecha el agua de lluvia: en vez de que se vaya a las alcantarillas, la que se acumula en las calles se lleva a un sistema de filtración y purificación, mientras que la lluvia que cae en los edificios se redirige a tejados verdes y humedales cercanos. Estos recursos de agua se mantienen separados de las aguas residuales que se tratan con otro sistema.
Los paneles solares integrados en fachadas y cubiertas proporcionan la mitad del agua caliente que sale de los grifos de las viviendas. Además, otra de las prioridades es moverse de forma sostenible: los residentes cuentan con un tren gratuito que les lleva al centro de Estocolmo, una red de carriles bici, zonas peatonales y unos 30 coches de uso compartido distribuidos por todo el barrio. De esa manera, las emisiones de dióxido carbono a la atmósfera se reducen, al grado que este modelo emite menos del 50% que los vecindarios construidos de la manera habitual.
El modelo de “Hammarby” es un buen ejemplo de la puesta en práctica de una transformación urbano circular, en la que todo lo que sale se pueda reutilizar afectando al entorno en menor grado, en vez de la lineal, a la cual estamos acostumbrados ya que simplemente convertimos nuestros recursos en basura.

Y aunque el 75 % de la sostenibilidad de “Hammarby Sjöstad” está integrada desde su diseño, el 25% restante depende de la contribución de sus residentes. Por eso, el centro de información ambiental da pláticas sobre planificación sostenible de ciudades y fomenta que los vecinos cambien sus hábitos hacia otros más sostenibles, como sería reduciendo el consumo de agua.

Al igual que en Estocolmo, habrá que emprender diversas acciones que propicien una cultura diferente, que nos impida seguir desperdiciando como lo hemos hecho hasta ahora. Neftalí Rojas Valencia, del Instituto de Ingeniería de la UNAM explicó que la reutilización de desperdicios no debe ser vista sólo como una medida ecológica, sino como una oportunidad para obtener recursos: “Toda la basura puede aprovecharse y venderse, todo lo que termina en el bote representa dinero”, por ello propuso aprovechar los despojos al máximo.

Por lo pronto, el movimiento mundial “La Hora del Planeta” invita para el próximo 28 de marzo a las 20:30 horas, apagar la luz durante una hora para luchar contra el Cambio Climático.

Mejor me voy con la música a otra parte, con la canción “La Madre Tierra” de Alex Lora: Dejen en paz a la madre tierra /Ya déjenla en paz. /Ya dejen en paz a la madre tierra /Ya déjenla en paz. /Porque la naturaleza /Todo nos lo regresa /Y los más humildes /Son los que la tienen que pagar. /La gente de escasos recursos /Es la que sale pagando el pato /Los más desprotegidos /Son a los que siempre les va peor /Dejen en paz a la madre tierra /Ya déjenla en paz. /Ya dejen en paz a la madre tierra /Ya déjenla en paz. /Ya basta de ensayos nucleares /Ya no le inyecten más al subsuelo /No queremos armas químicas /Lo que queremos es respirar.

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