MIEDO SUPREMO


Teresa Carreón


En Japón, lo que empezó como sismo se ha convertido ante los atónitos ojos del mundo, en amenaza nuclear después de haber vivido la población nipona la tragedia del feroz tsunami producido por el terremoto.

 
Recuerdo los días de pánico vividos después del terremoto de 1986 en nuestro país, pero no alcanzo a imaginar el miedo supremo que estará viviendo Japón al saber que una parte muy numerosa de su población está bajo los húmedos escombros –hay quien habla de 10 mil personas-, y se enfrenta al peor enemigo que ha podido tener el país del sol naciente: la mortífera radiactividad.

 
El tremendo drama que vive Japón proviene no tanto del terremoto (parece ser que apenas hubo edificios derribados por este fenómeno), sino por el posterior tsunami derivado del propio megasismo. Por eso, es inconcebible que un país tan avanzado y con una fuerte cultura de la prevención haya construido cuatro nucleares juntas expuestas a los efectos de los tsunamis.

 
La amenaza radiactiva está produciendo ya un verdadero maremoto en la opinión pública y comparte la sicosis con el pueblo de oriente, ya que se teme que Fukushima se convierta en otro Hiroshima, en otro Chernobyl pero en cámara lenta. Todos los gobiernos incluido el mexicano, han respondido al desastre de Fukushima realizando una revisión de la seguridad de las nucleares, pero se olvida que la probabilidad de que una accidente natural o una sucesión de ellos pueda perjudicarlas.

 
Japón demuestra que ni la hipertecnología ni un elevado nivel de desarrollo convierten al ser humano en dueño de su destino. La aterradora crisis nuclear provocada por el terremoto es un clamoroso desmentido de nuestras pretensiones de amos del mundo. Nuestra aparente existencia tan protegida nos ha conducido a olvidamos de la absoluta fragilidad de nuestras existencias, pero basta con que la Tierra se sacuda para que volvamos a tomar conciencia de nuestra vulnerable condición.

 
La confianza extrema en los hechos humanos ha eliminado de la perspectiva las posibles consecuencias, porque el ser humano más allá de creerse “la divina garza”, se ha pensado dios. Mientras entre la población del mundo el nuevo patrón es el miedo, entre los dirigentes es el silencio por sus decisiones obtusas. Quiero creer que sí hubo alguien que reflexionó en la vulnerabilidad del ser humano ante la naturaleza.

 
Mejor me voy con la música a otra parte con la canción de The Doors “Not to touch the earth” (No tocar la tierra): No tocar la tierra / No ver el sol /Nada por hacer excepto /correr, correr, correr, corramos... /corramos.

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