ALZHAIMER: MEMORIA Y OLVIDO



Teresa Carreón

Jorge Luis Borges afirmaba que somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos. Gracias a la memoria, el ser humano ha podido acumular sus experiencias. George Sand decía que la memoria es el perfume del alma. Muchos se fían de su memoria, ya que al no poder revivir el pasado, se conforman con los recuerdos almacenados en ella. Una cosa es muy cierta: quien tenga mala memoria, no debe nunca mentir.

Muchas reflexiones se han hecho de la utilidad de la memoria, pero poco se ha reflexionado acerca de las enfermedades que se padecen por su pérdida. Por ello, con la finalidad de dar a conocer la enfermedad y difundir información relacionada con ella, el 21 de septiembre se celebró el día internacional del Alzhaimer.

Los médicos dicen que al cumplir 65 años hay que estar alerta porque se puede padecer Alzheimer. Si al envejecer se van olvidando los compromisos del día, cómo calcular, escribir, usar cubiertos, cómo bañarse o cómo vestirse, puede ser un enfermo de Alzhaimer. Esa enfermedad neuropsiquiátrica se caracteriza por la pérdida de la memoria y de habilidades aprendidas, que llevan a depender de otra persona, así como cambios de conducta y comportamiento. No toda pérdida de la memoria es Alzheimer, pero cuando ese olvido es progresivo e involucra el desenvolvimiento diario de la persona, es el momento de ir a un médico.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en el mundo hay casi 20 millones de enfermos del mal de Alzheimer; en México hay casi 500 mil personas afectadas, cifra que en menos de 10 años podría triplicarse si se considera que la población mayor tiende a crecer vertiginosamente.

Aunque existen tratamientos que intentan reducir el grado de progresión de la enfermedad y sus síntomas, sólo sirven como paliativos. Actualmente se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para mujeres, que en la cura del Alzheimer. De seguir así, en el futuro próximo habrá mujeres con pechos más grandes y ancianos con miembros duros, pero ninguno de ellos recordará para qué sirven.

José Emilio Pacheco ha escrito el poema “Tierra incógnita” que forma parte del libro Como la lluvia (2009), con el que mejor me voy a otra parte: 
Dice dadá, se hace pipí, suelta pupú,
Teme al guaguá y odia al miau. 
Y sin cesar hay que cambiarle pañales. 
Tomo el babero. 
Le limpio una vez más su boquita. 
Espejo de qué enigma sus pobres ojos. 
Cuánto dolor del mundo en el inocente 
Que por fortuna no se da cuenta de nada… 
O eso creemos, al vernos, 
Igual que él, de repente, un día, 
Nadie está a salvo. 
Y nuestro niño en su camino a la inversa 
Nació en la tumba para llegar a esta cuna. 
Volvió a la semilla. 
Perdió en el viaje su inteligencia implacable 
Y su ferocidad para burlarse de todo y todos. 
Nuestro bebé ultrasenecto 
Navegó el río feroz de la vida a contracorriente. 
Su victoria es ser de nuevo un recién nacido. 
Pero esta vez ha llegado al mundo
/Es una tierra incógnita que llamamos Alzheimer.

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