NOS ESTAMOS HACIENDO VIEJOS



Teresa Carreón
El 28 de agosto de cada año se “celebra” el día del adulto mayor. Los estudiosos aprovechan la oportunidad de que los medios por ese motivo, acuden a buscar sus opiniones y aportan datos que quitan el sueño. Podemos saber así, que sólo el 25 por ciento de los adultos en nuestro país, cuenta con recursos para la vejez. Hasta 2008 la esperanza promedio de vida de la población mexicana es de 75.1 años, 77.5 en las mujeres y 72.7 en los varones.

Para 2012 este país estará envejecido, ya que los adultos mayores rebasarán el 10 por ciento de la población. Con un ritmo de crecimiento de 3.7 por ciento anual (porcentaje inédito en la historia de México), la población adulta y los adultos mayores se perfilan a convertirse en el grupo social dominante en la pirámide demográfica del país en menos de dos décadas, según estimaciones recientes del Consejo Nacional de Población (Conapo).

La esperanza de vida ha cambiado la visualización en las gráficas de población, pues ha dejado de ser una pirámide para asumir la forma de un pez, con la cola superior por el crecimiento en la población de viejos, así como por la disminución de la natalidad.

La doctora Olga Leticia García Rendón afirmó, en su ponencia “La problemática social de la atención a la vejez en México”, presentada en el Congreso de la Federación de Estudiantes y Egresados de Trabajo Social de la Universidad Autónoma de Sinaloa, efectuado en 2006, que el crecimiento de los adultos mayores se debe a: 1) la disminución de nacimientos; 2) El aumento en la mejora de las prácticas en los cuidados de salud; 3) Al control de las enfermedades infecciosas; 4) Los avances científicos y tecnológicos de la medicina como fue la aparición de los antibióticos, las inmunizaciones, y los equipos de diagnóstico; 5) La disminución de la mortalidad.

Al ciclo de vida de los viejos se le conoce como tercera edad, adulto mayor, senil, anciano y en recientes fechas, adultos en plenitud, por lo que habría que preguntarse ¿cuál plenitud

La sociedad mexicana es excluyente y marginal para las personas de la tercera edad. Por ello, existe entre la población una resistencia a hacerse viejos por el temor a perder el control, la independencia o la autonomía, el estatus social, familiar y personal.

Las personas mayores requieren atención a su salud, empleo, educación, alimentación, vivienda. Las posibilidades que tiene una persona común de encontrar empleo en este país son muy remotas, pero es peor si se trata de un anciano. Actualmente se les puede encontrar de empaquetadores de mercancía en las tiendas de autoservicio, sin salario y sin prestación alguna o bien, intentando recuperar los ahorros que como braceros reunieron entre 1942 y 1964 trabajando en Estados Unidos. A estos últimos, sólo les queda eludir a los falsos dirigentes y esperar una pobre dádiva económica.

Seguramente por eso la sociedad de hoy le teme a la vejez, sobre todo por la disminución física y mental. Si se asume que esta disminución trae aparejada una incapacidad para funcionar autónomamente, esta etapa aterroriza porque hace del hombre un ser dependiente socialmente. Estas pérdidas provocan un cambio en el estatus social que deteriora la imagen que se tiene de sí mismo y la propia valía personal. Esta dependencia obliga a quienes cuentan con familiares responsables, a atenderlos y crear una red de apoyo. Sin embargo, gubernamentalmente se ha dado el mensaje de que se vuelven una carga para la sociedad. Sobre todo en sociedades con una visión asistencialista como la mexicana.

Un error fundamental es haber orientado la mirada en el aspecto de deterioro que se da en la vejez. En el anciano también hay facultades que alcanzan el máximo de su esplendor, como la sabiduría, la sencillez, la tolerancia, la capacidad de escucha, el gozo de los placeres simples de la vida, el disfrute de la compañía. Si los sistemas educativo y productivo aprovecharan la experiencia acumulada por los viejos, sería una doble ganancia.

“El aumento de años no garantiza la disminución en las necesidades básicas. Ese ser humano sigue teniendo hambre, frío, dolor y requiere de un marco que oriente su vida y le dé significado, espera afecto, cariño y una vida valiosa en el amor y la sexualidad, necesita saberse independiente, productivo, eficaz para sí mismo, autosuficiente, sentir que coopera con sus tareas en la construcción del mundo” afirma la doctora García Rendón.

La creencia de que es inútil invertir esfuerzos en personas con una expectativa de vida limitada se hace patente en los programas sociales dirigidos a esta población: actualmente sólo son dádivas para motivar una supuesta clientela electoral.


La gama de necesidades de los ancianos por un lado y la falta de apoyos de parte de los programas y servicios sociales por otro, deberían estar respondiendo a la falta de satisfactores que tiene esa población, ya que se les estipula poca prioridad, debido a que el sistema gubernamental mexicano, prefiere reducir el gasto social antes que dejar de pagar la deuda externa en deterioro de los que menos tienen.

La Organización Mundial de la Salud dice: “La niñez es la cuna de la longevidad”.

Por eso, mejor me voy con la música a otra parte con la canción escrita por Piero, “Viejo mi querido viejo”: Es un buen tipo mi viejo/ Que anda solo y esperando/ Tiene la tristeza larga/ de tanto venir andando/ yo lo miro desde lejos/ pero somos tan distintos/ es que creció con el siglo/ con tranvía y vino tinto/ viejo, mi querido viejo/ ahora ya camina lerdo/ como perdonando al viento/yo soy tu sangre mi viejo / soy tu silencio y tu tiempo…

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