ÁFRICA INSPIRADORA


Teresa Carreón

Se cree que África es la cuna de la Humanidad. Durante toda la antigüedad y hasta los primeros siglos de la era cristiana, la historia del África del norte se conjuga con la del mediterráneo: desde el Atlántico al Golfo Pérsico, el mundo árabe que ahí habita es, sin duda, muy complejo y plural. Cuentan con profundos elementos de identidad común, no sólo relacionados con su historia, lengua, cultura o religión, sino ahora también, por su emocionante presente.

Reflejo del agotamiento de la paciencia de pueblos enteros, algunos personajes constituyen el detonador que pone en marcha el movimiento de la conciencia de muchos. Frente a ello, los líderes carismáticos tienen que decir muy poco o nada. Algunos hombres salidos de los medios más anodinos o marginales de la sociedad, han dado la cara por el resto de los conciudadanos, mediante la inmolación como única salida ante las injusticias de las élites gobernantes que los han despreciado desde el nacimiento, condenándolos a la ignorancia y privación de los derechos más básicos. Como la inmolación del joven tunecino Mohamed Bouazizi a quien la corrupta policía le incautó su carrito de fruta y verduras, medio de subsistencia de una familia de nueve integrantes, transformándolo sin proponérselo, en el estandarte que daría inicio a la revuelta popular que derribó la dictadura de Zine el Abidine Ben Ali, cambiando el mapa político de Túnez en menos de un mes. Así, el fuego encendido por Bouazizi ha prendido al norte de África, sediento por el despotismo, la corrupción, el escaso desarrollo económico y las terribles desigualdades sociales. A lo anterior, se añade la existencia en toda esa franja africana, de poblaciones juveniles, en las que niños, adolescentes y jóvenes constituyen la mitad o hasta dos terceras partes de la población, quienes se encuentran cansadas del falso dilema de la autocracia y la teocracia en que las han cercado sus gobernantes; esas juventudes quieren democracia.


La mecha encendida en Túnez y prendida después en el polvorín egipcio, amenaza al mundo árabe sometido ancestralmente al ilimitado capricho y la rapiña de los déspotas en turno, reyes o plebeyos militares. En ese vasto arco norafricano, sitio donde los movimientos políticos, por radicales que fueran, han ocurrido siempre a espaldas de sus sometidos ciudadanos, se extiende rápidamente el anhelo de dignidad, justicia y libertad.

Mejor me voy con la música a otra parte con la canción del Divo de Linares, Raphael “Qué sabe nadie”: qué sabe nadie /de aquello que me preocupa /que no me deja dormir /de lo que mi vida busca /qué sabe nadie /qué sabe nadie…

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