PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS



Ma. Teresa Carreón Granados

En estos días hemos sido depositarios de diversas declaraciones realizadas por diferentes actores: Felipe Calderón, el Gobernador del Banco de México, los observadores de la economía y del Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), con relación al comportamiento de nuestra economía frente a la recesión en cuyo umbral se encuentra Estados Unidos, nuestro socio comercial en el TLCAN.

Así, mientras Calderón asegurara que México enfrentará y superará la adversidad porque “estamos poniendo motores” a la economía, Guillermo Ortiz Martínez afirmó que la crisis financiera en Estados Unidos “afectará especialmente” a México, el economista Raúl Feliz, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), aseguró que México se encuentra blindado para una crisis macroeconómica, pero no ante una desaceleración. Por su parte, el colombiano Luis Alberto Moreno, en su calidad de presidente del BID afirmó que México se encuentra preparado para afrontar una recesión en Estados Unidos y ello se lo debe a la fortaleza del sector privado. Agregó además, que otro riesgo para este país sería perder parte de los ingresos que recibe por concepto de remesas, “de las que es uno de los principales beneficiados en el mundo”.

Con la experiencia de los últimos 30 años, sólo me dan ganas de ir a meter la cabeza a un enorme hoyo, como lo hace el avestruz, porque en esta marea de palabras, sólo queda una sola certidumbre: habrá más problemas económicos y no hay nadie que pueda detener esto.

Ante la proximidad de la crisis financiera, el gobierno de los Estados Unidos está preparando un paquete fiscal que implicará la reducción de impuestos a familias cuyo monto ascenderá entre 300 y mil 200 dólares por familia, así como estímulos a las empresas. Condoleezza Rice, secretaria de Estado del país del norte, se refirió a las medidas anunciadas por el presidente George W. Bush como “un paquete de crecimiento fiscal significativo que acelerará el gasto de los consumidores y dará apoyo a las inversiones de negocios este año”.

Por su parte, las economías de América Latina y el Caribe han cambiado significativamente desde la década de los 80 del siglo pasado. Al aplicarse en los países de la región, una política económica fundada en las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI) para garantizar el pago del servicio de la deuda, con “reformas estructurales” que implican la eliminación de las restricciones a la movilidad internacional de los capitales, la supresión de regulaciones en los sistemas financieros, la privatización de servicios públicos y otras disposiciones más que forman parte de la propuesta del Consenso de Washington.

Ese famoso “Consenso de Washington” integrado por los organismos financieros internacionales y centros económicos con sede en Washington, D. C., Estados Unidos, planteó una serie de políticas económicas consideradas como el mejor programa económico que los países latinoamericanos debían aplicar para impulsar su crecimiento.

Críticos de estos acuerdos, Noam Chomsky y Naomi Klein, describen al Consenso de Washington como el abrelatas del mercado laboral de los países subdesarrollados al apetito voraz de la explotación de las compañías del primer mundo. Ese Consejo recomendó la reducción de aranceles y demás barreras comerciales para permitir el flujo libre de bienes a través de las fronteras, obedeciendo las fuerzas del mercado, limitándole movilidad al trabajo.

Con lo anterior, se generan condiciones propicias a la producción de bienes empleando mano de obra muy barata, ya que proviene de países con economías no desarrolladas, moviéndose esa producción al llamado primer mundo para su posterior venta en un mercado enorme, cuyos beneficios económicos irán directamente a las grandes multinacionales.

Siguiendo esos preceptos, los trabajadores de los países subdesarrollados permanecen pobres, pues aunque obtengan aumentos a sus salarios, debido a la inflación, se verán muy reducidos en términos reales, ya que en los países en desarrollo la inflación es mayor que en los del primer mundo. Al mismo tiempo, se registran los extremos sociales cuya perversión aparece como graciosa dama: mientras se registran porcentajes más amplios de desempleo, los dueños de las grandes multinacionales obtienen niveles mayores de bienestar y riqueza.

Como es de suponer, en toda película de malos y tontos, los aliados que promueven las políticas neoliberales son el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional extorsionando y presionando a cual más. Lejos de no haberse registrado ninguna mejora económica significativa en México y los países de Latinoamérica, se ha acumulado ostensiblemente la deuda externa y se amplían las inexorables crisis económicas.

El gobierno mexicano ha insistido que el desempleo se ha agudizado debido a la automatización de los procesos así como la tecnificación de la manufactura que han desplazado a las personas de sus puestos de trabajo.Si así fuera, el paisaje sería un alto grado de diversificación de productos muy competitivos, de mayor calidad y bajos costos, producidos por una fuerza de trabajo altamente calificada, proclive de ser exportados y competir en los mercados extranjeros. Todo lo anterior, tendría impactos directos en la balanza comercial.

En el mercado interno se reflejaría en productos de calidad, elaborados a bajos costos y por ende, ofrecidos a bajos precios. Siguiendo con este fantástico cuento, al ofrecer el mercado productos a bajo precio, las ventas aumentarían y con ello, se incrementarían las fuentes de trabajo, se ofrecerían mejores salarios y los niveles de vida de la población trabajadora evitarían que la fuerza de trabajo migrara otros estados o a los Estados Unidos. Con ello, se garantizaría la producción agrícola y a su vez, la alimentación de la población sin depender del abasto de otros países.

Pero los productos que importamos, han desplazado a los nuestros. Esto ocurre no sólo con los productos manufacturados, sino también con los granos.

Condoleezza Rice, declaró que “la economía estadounidense es resistente y saludable, y sus fundamentos económicos de largo plazo son saludables. Estados Unidos sigue dando la bienvenida a la inversión extranjera y al comercio libre. Y nuestra economía seguirá siendo un motor líder del crecimiento económico global”. Hizo una fuerte defensa de la economía de su país y agregó que el mundo debería confiar en la fuerza subyacente de la economía global.

Así, las mejoras en los niveles de vida de la población mexicana se convierten en palabras, sólo palabras. Para documentar nuestro pesimismo, conviene recordar la canción francesa interpretada por Dalida que acompañada por Alain Delon, decía “Des mots faciles des mots fragiles/(Palabras fáciles, palabras frágiles) parole, parole, parole (palabras, palabras, palabras)…”

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