¿Tú qué haces con el dolor ajeno?
El colectivo “El grito más fuerte” integrado por artistas y actores como Julieta Egurrola, Héctor Bonilla, Daniel Giménez Cacho, entre otros, busca dar voz a las víctimas de la violencia
FEBRERO 11, 2012
La artista guatemalteca Regina José Galindo dice que está con el lado oscuro de la vida porque es lo que le ha tocado vivir. Sus impactantes performances evidencian horrores y abusos contra inocentes de 36 años de guerra civil, en la que murieron 250 mil personas y desaparecieron unas 50 mil. Aquí en México la historia no es menos dolorosa en la batalla contra el narcotráfico que ha dejado heridas difíciles de cicatrizar.
¿Existe esquizofrenia por acercarse al dolor del otro?
Precisamente, el colectivo “El grito más fuerte” -integrado por artistas y actores como Jesús Ochoa, Julieta Egurrola, Héctor Bonilla, Daniel Giménez Cacho, Héctor Suárez, Tiaré Scanda, Diego Luna, Rosa María Bianchi, Ana Claudia Talancón, Bruno Bichir, Sophie Alexander, entre otros- busca dar voz a las víctimas de la violencia. Quiere mostrar la cara triste de la vida.
“Soy Nepomuceno Moreno, de Sonora. Mi hijo Jorge Mario Moreno León desapareció el 1 de julio del 2010. Parece que aquí todo el mundo sabe qué pasó, menos los policías. Yo busco lo que no me da mi estado: justicia, consuelo, respeto”, decía el integrante del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, quien fue asesinado el pasado 28 de noviembre. El caso sigue impune.
Pero, ¿cómo repensar nuestra sociedad entre odio y sangre? ¿Cuál debería ser el papel de los intelectuales, artistas y escritores en esta problemática social? ¿Los artistas se han mostrado ajenos a lo acontecido? ¿Desde el arte puede existir una capacidad de denuncia, compromiso, espíritu crítico, posición ética sin caer en lo panfletario?
El actor Daniel Giménez Cacho es claro: “hay gente que está transformando el dolor en una acción de lucha que, me parece, es la salvación de nuestra sociedad: cambiar nuestra manera de relacionarnos sin pasar por las instituciones. No puede venir la solución de arriba, ni de afuera. Ningún candidato nos va a salvar”.
Daniel conoció personalmente a Javier Sicilia en agosto pasado cuando públicamente se sumó al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Le pareció un hombre extremadamente cariñoso, tanto, que recibió “el beso del poeta”. Nunca olvidará ese gesto de bienvenida.
“Cómo puede ser que maten a su hijo y su reacción sea repartir besos. Ahí hay una personalidad de la que podemos aprender mucho y me sentí muy honrado. Es un tipo que sí tiene otra visión. Para muchos puede ser cándido, para otros ingenuo, pero el tiempo le está dando su lugar”.
Al productor y director de teatro le impactó cómo Sicilia transformó su tragedia en una lucha por la no violencia, con un discurso alejado de los partidos políticos y escuchando las inquietantes historias de miles de personas mientras duró la Caravana por la Paz. Cuando la organización civil Servicios y Asesoría para la Paz (Serapaz) lo convocó para invitar a otros actores y artistas al movimiento, no lo dudó. Le preocupó que a pesar de los testimonios de las víctimas, la gente está sola, no tiene con quién acudir, las autoridades no se hacen responsables.
El pasado 30 de enero lanzaron la campaña “En los zapatos del otro” con el fin de concientizar a la población sobre la violencia imparable. Es un primer paso de varias actividades que el colectivo “El grito más fuerte” organizará “para que lo que me pasó a mí no te pase a ti”.
Daniel está leyendo el periódico y pide otro café americano. No lo desconcentra el ruido de la calle. Saca un cigarro y segundos después suelta varias bocanadas. Muchas personas lo reconocen a pesar de que porta una boina tipo inglés. Desde hace muchos años aprendió a no ser indiferente a la realidad. No busca salir en la foto. Cree que todos tenemos derecho a la felicidad.
-¿Cómo convencer a la gente para que se sume a esta causa?
Me interesa generar plataformas que puedan incluir a más gente. Siendo estrictos y rigurosos, sí es algo delicado lo que voy a decir, pero creo que todo el mundo por alguna razón se cuelga: algunos buscan fama, unos querrán dinero, muchos posiciones políticas y otros tienen motivaciones ocultas que ni ellos saben. Ahora me vas a preguntar: ¿y tú por qué estás? Uno necesita ser extremadamente honesto y son cosas que son fáciles de sacar de contexto. Un tiempo estuve en el plantón del Zócalo porque me parecía que había que apoyar la idea del voto por voto, no tanto por apoyar a Andrés Manuel López Obrador, sino porque me parecía que abrir las urnas era necesario. Ahí conocí a mucha gente que apoyaba a López Obrador y les decía, ¿por qué están aquí? Entonces ya fui viendo las motivaciones reales: uno quería una senaduría, otro quería un puesto público. Me di cuenta que la mayoría de la gente tiene un interés.
Entonces, sí creo que la causa es ciudadana pero muchos, ¿cuánto van a participar? Eso ya depende del compromiso de cada quien.
-¿Cómo hacer creíble este discurso ante el descrédito no sólo de la clase política sino de varios “líderes sociales”?
Creo que la distancia del movimiento hacia los partidos políticos es fundamental. Muchísima gente quiere hacer algo y no sabe cómo. Tenemos muchos años de convocar a la ciudadanía para causas distintas y avanzamos. Si el movimiento se diluye o si el movimiento agarra rumbos que a nuestro colectivo a lo mejor no le parecen ya avanzamos en la organización y ya veremos para dónde jalamos.
-¿Cuál es la diferencia principal de este movimiento con otros que has apoyado?
Siento que este es el que tiene la convocatoria más amplia, menos de lugar común. Es el primero que está llamando a un cambio en la conciencia de las personas. Eso es complicado, tiene muchas interpretaciones, pero cada vez que escuchas a Javier pone ahí el dedo: qué tipo de México queremos y qué tipo de sociedad podemos construir.
-¿Por qué llamar a esta campaña “En los zapatos del otro”? ¿Cómo surgió la idea?
La actriz Sophie Alexander nos compartió un dato que nos llamó mucho la atención: en México la población activa que defiende causas ciudadanas es tan sólo el 0.2 por ciento, mientras que en Colombia es el 2 y en Perú el 2.5. Entonces platicando entre todos nos dimos cuenta que la indiferencia y la apatía es un enemigo a vencer. ¿Cómo es posible que estén matando a nuestros hermanos, a nuestros paisanos y nos quedemos mirando? El objetivo es convocar a la ciudadanía a solidarizarse y a enterarse de esta situación. Voltear a ver al otro. La idea que se nos ocurrió fue interpretar los testimonios de los familiares de las víctimas. Nos pusimos en sus zapatos para darles voz, para visibilizarlos, que es un objetivo muy claro del movimiento.
-En la Caravana por la Paz, ¿hay alguna historia que te haya conmovido tanto que no puedas sacarla de tu cabeza?
Yo le puse el bautizo de dolor. Cuando tienes contacto con el dolor, con la tragedia de los familiares de las víctimas, es una cosa que uno debe ir aprendiendo a metabolizar. Después de la Caravana del Sur me puse muy mal, estuve afectado en cama, enfermo y dije: “no puede ser que el acto solidario me convierta en esto”. Entonces ahí también está la enseñanza de los familiares de las víctimas que también pasaron por eso, sufrieron este golpe y después transforman ese dolor en una acción, en una lucha y muchos ya se han convertido en defensores de derechos humanos.
-¿Cómo va actuar el movimiento durante el proceso electoral con los tres candidatos presidenciales ya definidos?
El proyecto es hacer diálogos públicos con el formato que se hizo en el Castillo de Chapultepec. Por otro lado, se percibe que los candidatos no están tomando una postura sobre la violencia, eluden hablar del tema. Entonces, se trata de dialogar con ellos y exigirles una postura clara, cuáles son sus políticas para salir de esto. Creo que no toman en cuenta la situación por la que está pasando el país, siguen en la dinámica de una campaña, prometiendo cosas, pero con poca conciencia de qué puede pasar y quizá ninguno de ellos sabe cómo resolver este problema.
-¿Imaginaste un “México sangriento” al termino de este sexenio?
No tanto. Si a esta guerra contra el narcotráfico le sumas desigualdad, impunidad, cómo funciona el sistema de justicia, la sensación es amarga.
Desde Vicente Fox sí venía observando una retirada del Estado de sus obligaciones y responsabilidades. Sí veía a un Estado que se queda contemplando ante los problemas. Y ahora ver a este gobierno de Calderón tan disminuido, tan incapaz de impartir justicia, tan poco preparado como si la opción armada fuese la única para combatir el narcotráfico sin tomar las experiencias de otros países, sin tomar en cuenta a la sociedad.
-¿Cómo involucrarse en este movimiento sin caer en la demagogia o en lo panfletario?
No creo que tengamos que convencer a nadie, tenemos que dar opciones. Conozco ciertas posturas opuestas y se respetan. Sí creo que es una cuestión muy personal y no la critico. Comprendo al que no quiera participar, comprendo a los que opinan que no hay que votar, comprendo a los que están desilusionados con los movimientos sociales. Hay todo tipo de posturas nihilistas, escépticos, voluntaristas, hippies, new age. Pero creo que sí hay una gran necesidad de articularse y de pertenecer, que puedes hacer algo por la comunidad y ser parte de ella. Vivimos muy disgregados, muy atomizados, cada quien luchando por sus intereses o por su sobrevivencia. Si podemos ofrecer como grupo otras opciones diferentes a las impulsadas desde los medios oficiales o desde la mercadotecnia apoyada por el dinero, perfecto. Lo que sucedió el lunes 30 fue increíble para nosotros. No me pude dormir hasta las 5 de la mañana, fue algo bastante profundo de la gente que está buscando en el silencio, en la poesía y en el arte, relacionarse y conectarse con el otro.
-¿Cómo valorar el éxito del movimiento? ¿En qué momento te sentirías satisfecho?
Me sentiría satisfecho si mucha más gente se activa sin estar esperando que nosotros marquemos el camino, que tengan una vía propia y digan “yo puedo hacer lo mismo desde donde estoy”. Pero si logramos que la gente vea que sí es útil y necesario alzar la voz, organizarse, exigirle cuentas al gobierno, relacionarse con el vecino y si eso se logra independientemente de nosotros, eso sería exitoso.
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