¿Por qué escribo?



Siempre he escrito. De forma mecánica, sin perseguir ningún objetivo, lo he hecho como si desprendiera gotas de sudor de mi cuerpo, sin conciencia alguna. He archivado esos escritos y al volver a ellos y leerlos me ha sorprendido lo mal redactados, llenos de palabras cargadas de egoísmo al no desarrollar las ideas de forma correcta y apropiadamente. Por ello, he destruido todo y con ello, he borrado sentimientos, ideas, posibles proyectos.

El hábito de la lectura lo he tenido siempre pero en dos épocas de mi vida he sido más constante con lecturas seleccionadas por gusto: cuando era joven y en la época actual considerados los sesenta años como la tercera edad de la vida. Antes me interesaban las lecturas por las historias que podía conocer y los aprendizajes nuevos. Ahora me conmueven las frases bien hechas los párrafos divertidos llenos de reflexiones intensas, profundas, elaboradas con maestría. Subrayo las líneas que me hubiera gustado escribir para repasarlas, releerlas, casi casi aprenderlas de memoria. Voy notando que entre más y más leo, sumergen ideas que algunas vez salieron a flote pero el peso de las palabras mal puestas, pesaron como piedras sobre ellas y acabaron hundiéndolas en el fondo de un oscurísimo mar. Estoy desechando libros cuyas historias pueden ser muy interesantes pero la gramática con la que están escritos según mi opinión, es pobre. Hay otros, sin embargo, que con cada frase me iluminan el entendimiento, me amplían el panorama, que con las palabras que están escritos me permiten tocar los escenarios descritos, me ayudan a olfatear los ambientes. 

Al terminar de leer esos libros, busco la fotografía del escritor o escritora, trato de leer sobre su trabajo, sus vidas, busco fotos suyas trabajando: leyendo o escribiendo, o ambos. Atesoro esas imágenes, las visito seguido, investigo cuál es la rutina de trabajo que siguen día con día. Me sorprende la dedicación de ellas, la meticulosidad de ellos. Busco algunas memorias que hayan escrito. Me impresionan, han sacrificado muchas cosas, como lo hace cualquier obseso con su vocación.

Entonces, para dar respuesta a la pregunta que dio inicio a esta reflexión, tan solo diré que escribo para no perderme, para encontrarme, para ordenar mis pensamientos, para sacarme el demonio y para encontrar alguna luz que permita adivinar qué paso sigue. Escribo porque algunos personajes que he creado junto con mis hijos quieren hablar. Escribo porque me gusta acariciar las teclas lisas, frías, inmunes al llanto. 


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