Madres de famosos

¿Quiénes fueron las progenitoras de algunos de los personajes que han hecho historia? Dos periodistas francesas cuentan los entretelones de la relación madre-hijo de 80 hombres y mujeres que se realizaron o perdieron por sus madres y con ellas, lo mismo que sin ellas y contra ellas.


"Madre hay solo una...", reza la frase, y hay quienes añaden "...y menos mal". Si bien ella es referente de cobijo, ternura y abnegación, hay relatos que la presentan en circunstancias no tan agraciadas. Hay mamás sin rostro ni nombre, a pesar del hecho de haber tenido una descendencia que hizo historia.
Por ello, las periodistas francesas Isabelle Garnier y Hélene Renard se afanaron investigando en las más diversas fuentes para sacar a la luz a 80 señoras muy particulares. "Hemos recorrido las autopistas de la historia y los atajos de la psicología. Rastreando por bibliotecas hemos recogido informaciones tan divertidas como heterogéneas, desde la anécdota ligera al análisis documentado", escriben las autoras. El libro se llama Madres de personajes famosos. Pero, ¿qué le he hecho yo a Dios para tener un hijo así? Los retratos o croquis que ofrecen muestran que en tales relaciones todo es posible: madres castrantes, abnegadas, ambiciosas, luchadoras, terribles, desnaturalizadas, ejemplares...
Puede afirmarse que detrás de un personaje hay una ilustre mamá. La de James Dean se llamaba Mildred pero todos le decían Millie. A los 20 años dio a luz al futuro actor. Adoró a su bebé y lo colmó de mimos. Soñó con hacer de él un artista y le procuró clases de pintura, música, baile y teatro. Ella murió tempranamente cuando él tenía nueve años. Dicen que ese verde edén que disfrutó en su infancia lo encaminó al éxito que vendría después.
El ayuno de Gandhi viene de su madre, Putlibai, quien era devota de este tipo de práctica. Lo hizo con tal fervor que su hijo llegó a ver en ella una especie de santa. No hay duda: él evocó a su madre cuando emprendió sus famosas huelgas de hambre.
Hay vocaciones que se heredan. Está el caso de Charles Chaplin. Su madre, Hannah Hill, hizo carrera de bailarina y cantante con el nombre de Lily Harvey. Ella sabía que él llevaba en la sangre sus cualidades y tuvo la dicha de ver el éxito de su hijo, ya convertido en Charlot. "Es la mimo más prodigiosa que he visto jamás", dijo de ella el afamado actor y director de cine.
Cuando era niña, Clara Kinsley -la mamá de Agatha Christie- leía con voracidad y también escribía. Ella educó a sus hijos de una manera muy especial. Agatha creció y siguió los pasos de su madre: empezó a escribir, inspirada por los miles de objetos acumulados en casa -su papá era coleccionista- y la madre la animó sin reservas.
Marie Curie, por su parte, inició a su hija, Irene Joliot-Curie, por los caminos de la ciencia. La hija se casó con un físico con quien fue distinguida con el premio Nobel de Química, un año después de la muerte de Marie.
Hubo hijos que contaron con el apoyo irrestricto materno. Anna Liszt, la mamá de Franz Liszt, sacrificó la dote que ahorró en vida para financiar una aventura: la de llevar a su hijo a Viena para su educación musical. Siempre lo apoyó incondicionalmente. No es gratuito que en su testamento el compositor haya dejado constancia de su gratitud hacia ella: "En mi juventud, se decía de mí que yo era un buen hijo. ¡Cómo no serlo con una madre tan ejemplar y sacrificada...!".
Johann Wolfgang Goethe le debe a su madre, la dulce y alegre Katharina Elisabeth Texor, su sensibilidad e imaginación. Hijo primogénito y único, su joven madre lo adora. Ambos compartieron momentos de ternura: relatos de caballería contados al oído, emociones del teatro vividas con sus manos unidas, el disfrute de la naturaleza. El escribió: "De mi padre tengo la estatura, la seriedad en la vida. De mi madre, el humor feliz y el gusto por contar cuentos".
Pero no todas son historias felices. Louis Aragon creció sin saber quién era su verdadera madre, hecho que franqueó inventando historias desde los seis años de edad. A los 20 años, en 1917, lo llaman al frente. Margarita, su madre, decide contarle la verdad ante el temor de no volverle a ver: él es el resultado de un desliz con un hombre casado, cuya posición social le impidió regularizar su situación con ella. Tuvo que disimular su gordura y dar a luz en secreto, enviándole a una nodriza, con el plan de buscarlo años después simulando una adopción. Aragon nunca le dijo mamá y resumió su realidad con una frase terrible: "Al nacer, era culpable de vivir".
La madre de María Callas demostró una sorprendente intuición al impulsar a su hija a una carrera lírica. Evangelia fue quien decidió que aprendiera canto y la que consiguió una audición para la niña. El resto de la historia es conocida. La relación de ambas alcanzó las cimas de la pasión y del odio. María trató de apartarse de la madre, pero ésta se le aferró sin darle tregua y dicen que no tanto por afecto sino por el interés de los dividendos de sus actuaciones. Cuentan que ella iba a los recitales a abuchearla y llegó un momento en el que la única comunicación que había entre ellas era la de los chismes en las revistas. Evangelina decía que su hija dejaba que ella pasara hambre. María replicaba diciendo que su madre rezaba porque a ella le diera cáncer de garganta. Hasta el final fue una relación difícil.
Coco Chanel tuvo varias madres: las religiosas de la congregación Sagrado Corazón de María, donde se educó hasta los 20 años. Jeanne Eugénie la bautizó con el nombre de Gabriela, pues así se llamaba la religiosa que cortó el cordón umbilical. La madre murió y el padre la llevó a ese orfanato. La futura Coco Chanel siempre mantuvo oculto su pasado y quiso borrar las heridas de la infancia. Otra que tuvo varias madres fue Norma Jean, mejor conocida como Marilyn Monroe. Tuvo tres: Gladys Monroe, quien la engendró y llevó luego a una nodriza, la señora Bolender. Años después decide traerla de nuevo a casa, y allí encuentra en la persona de Grace Mac Kee a una tercera sustituta maternal. Gladys terminará su vida en un hospital psiquiátrico, y Grace, una apasionada del cine, se convirtió en su tutora.
El marido de Ida Barbiani era un incorregible mujeriego, atmósfera que rodeará toda la infancia de Federico Fellini. Cuando éste se enamora de una vecina a los 16 años, Ida se indigna y se precipita con furia a la casa de los padres de la joven acusándola de haber pervertido a su hijo. Y pensar que todavía no había concedido el primer beso a su enamorado. El cineasta tuvo una madre que cultivó el gusto por la desgracia y que veía el mal en todas las formas del placer. Así fue acumulando fantasmas por la vida, y plasmándolos después en el celuloide.
Están las madres intensas. La de Ernest Hemingway, por ejemplo, fue una mujer de armas tomar. Se llamaba Grace Hall y se cuenta que era dominadora, e incluso castrante. Trató al escritor como si fuese una niña y durante mucho tiempo le obligó a llevar la ropa de su hermana mayor. No tuvieron buenas relaciones. El nunca le perdonó e incluso llegó a decir: "odio a esa buena mujer".
Otro caso es el de la estadounidense Rose Kennedy, quien tuvo nueve hijos. A todos -excepto a Rosemary, niña con retrasos mentales- los educó para entrar en la política. Fue una madre intransigente en cuanto a la exactitud de las horas de las comidas y maniática del detalle hasta la obsesión. Vigilaba el look de los hijos, sus maneras y sus relaciones. Realizó su misión como ella misma se la había asignado. Y tuvo sus frutos...
Madres mortificadas, las de Julio Verne y San Agustín. Luego de una escapada marina, el pequeño Julio Verne, a sus 11 años de edad, hizo el juramento -por petición de ella- de renunciar a los viajes. Lo cumplió: no se marchó ni por mar ni por aire, pero viajó incansablemente en sus relatos: El tintero fue su océano y la imaginación, su brújula.
Una que se las vio bien difíciles fue la de San Agustín, el propio hijo descarriado. Mónica era cristiana y tenía la obsesión de que sus hijos abrazaran su religión, pero Agustín exhibió un fuerte temperamento desde la adolescencia. No fueron pocos los dolores de cabeza. Siendo profesor de Retórica, abandonó su puesto de trabajo en Cartago y se embarcó a Roma a escondidas de ella. La indomable progenitora atravesó el mar en pos de su retoño. Lo encuentra en Milán, donde le aguarda una feliz e inesperada noticia: la conversión de su hijo. El 24 de abril de 387 fue bautizado. Ese mismo año ella murió.
A sus maneras, todas ellas dejaron una impronta imborrable en los itinerarios vitales de sus hijos. l
En: http://www.eluniversal.com/estampas/anteriores/040503/encuentros2.shtml

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